FUTURISMO DESDE LA RAÍZ
Textos por Teresa Cepeda
Photography Carlos Medel
Styling Hernán Esquinca
Make Up Keren Murillo
Hair Guillermo Segovia
Photography Assistance Carolina de Luna
Models Andrew, Rafael, Molly & Mae · Paragon Model Management, Caro · Baxt Models
El Futurismo, tal y como lo concebimos hoy en día (Supersónicos, naves espaciales, inteligencia artificial y hasta un quinto elemento en forma de súper modelo), tiene muy poco que ver con su nacimiento. En 1909 nació la vanguardia futurista en Italia con el manifiesto de Marinetti. Un movimiento que surgió a partir de las necesidades sociales que los nuevos descubrimientos del siglo XX suscitaron.
¿Cómo se replantea la estética a partir del discurso de nuevos planetas, el vapor, la electricidad, la fotografía, la hélice y el gas?, por mencionar algunos hallazgos. En un principio se propuso gritar desde el arduo trabajo del proletariado, las máquinas, la industria y las calles agitadas, postulándose la concepción futurista como un violento modo de adaptar el arte a la modernidad, de romper anárquicamente con la academia. Su política era anticlerical, denigraba a la mujer, desvalorizaba el matrimonio, limitaba las grandes herencias e imponía horarios de trabajo de máximo 8 horas.
Al mismo tiempo, desde el principio se vislumbraron intenciones fascistas con el sumo nacionalismo y la glorificación de la guerra, la cual se denominó como “La Higiene del Mundo”. Para la suerte de los futuristas, llegó la guerra contra Libia en 1911, que no fue más que el preludio de la Primera Guerra Mundial, lo que le dio una vuelta de 180 grados a la vanguardia, se olvidó el anarquismo socialoide, la posición antiburguesa se hundió para convertir al burgués en el ideal revolucionario perfecto para la guerra: Benito Mussolini llenaba las páginas de los diarios con propaganda, al igual que Marinetti. Se vivía La Gran Guerra con euforia, como perros hambrientos.
Entre tanta maraña y confusión desatada por las contradicciones del futurismo reluce la figura de Boccioni, quien logró dar un sentido y una visión, convirtiéndose en el más destacado personaje del movimiento. Con ímpetu insoslayable se deshizo de la degeneración de movimientos pasados como el impresionismo y el expresionismo, calificándolos de fragmentarios y caducos.
Dejándose llevar por la intuición, Boccioni alcanzó una “embriaguez cósmica” con la urgencia por ser un artista de su tiempo, activo en la vida moderna, renovando la sensibilidad artística de la época y planteando nuevos paradigmas de expresión, abriendo un panorama de experiencias creativas a partir de la nueva poética en el mundo figurativo.
Aunque el futurismo es reprochable en casi todos sus sentidos, gracias a gente como Boccioni o Di Chirico (quien abandonaría el movimiento futurista por allí de 1918), prevalecen grandes obras de arte universal al igual que la premura.
LA INFINITA NECESIDAD DE FUTUREAR
Es innegable la belicosidad y el desamparo del siglo XX. Entre guerras, hambrunas, epidemias y constantes amenazas apocalípticas, el minúsculo ser humano se encontró azorado y disminuido. ¿Cómo explicarle a Anna Frank que de no haber muerto en un campo de concentración pudo haber presenciado años después la conquista de la luna? ¿Bajo qué autoridad decirle a Lenin que a finales de su siglo se haría una película animada en base a la leyenda de que Anastasia Romanov logró escapar por los Montes Urales? ¿Sería concebible la idea de jurarle a Scott Fitzgerald que no habría más prohibición de alcohol ni de marihuana?
Las dos guerras mundiales dejaron a la imaginación en un cuchitril deplorable, desprovisto de esperanza, sin futuro. La inmundicia parecía ser inagotable. Futurear – en el sentido más optimista- constaba en el sueño de ingerir una comida decente, de poder tocar el piano sin ser detenido, de poder expresarse medianamente sin ser acribillado por los milicos.
Los años cuarenta estuvieron colmados de mujeres extremadamente delgadas, para quienes estaba hecha la moda. Es comprensible que estuvieran mal vistos los cuerpos bien nutridos cuando apenas se salía del infierno. Sin embargo, la guerra sí cesó a pesar de la incredulidad de muchos. Al menos por un par de décadas el diablo tomó un descanso y se popularizaron las percepciones referentes al futuro: llegar a Marte inmerso en un cuento de Ray Bradbury, entrar en pánico suicida gracias a un falso documental transmitido en el radio que aseguraba que la vida extraterrestre había arribado a la Tierra y hasta enamorarnos de nuestro robot imaginario.
Las tendencias cambiaron a partir de los años cincuenta con la idea de progreso y porvenir: llegaron las curvas de Marilyn Monroe a la pantalla grande y con ellas la idea de bienestar y de salud con respecto al presente. El Hollywood “bien nutrido” empezó a sobrealimentar nuestras mentes y sensaciones. La industria cinematográfica se convirtió en la publicidad de los poderosos.
(Existe la teoría de que las más recientes tecnologías utilizadas por el ciudadano promedio se inventaron cincuenta años antes de salir al mercado. Bajo esta tesis vale la pena hacerse las siguientes preguntas: ¿qué aditamento o ideología se nos vende en una película basada en el futuro? ¿Quién las quiere vender y para qué?)
Terminando con el paréntesisun tanto fumado, podemos continuar con nuestro recorrido a través de la historia del “futureo”: llegó Elvis, Los Beatles y Vietnam. Llegaron los hippies con su amor ilimitado, la idea de que en las próximas generaciones tendría que haber un amanecer espiritual. Vinieron los punketos con su idea de un futuro posapocalíptico estilo Mad Max. Floreció Kurt Cobain, el So fucking what?, la apatía de deber tener un futuro.
El siglo se terminaba y los nuevos jóvenes veían con desgano el siguiente milenio: se retomaron modas, pensamientos, costumbres. El final de los noventa fue un collage de idiosincrasia, ritmos, rituales y posturas ante la realidad. Fue entonces que el futuro nos alcanzó.
FUTUREAR DESDE EL FUTURO
Hemos llegado: el teléfono de casa ha desaparecido casi por completo. En nuestro móvil cargamos nuestro mundo. El matrimonio entre enamorados del mismo sexo es ya legal. Las sexomuñecas tienen inteligencia artificial.
Día con día se encuentran nuevas fórmulas para la física cuántica. Se habla de naturaleza no sin quedarse con el pellejo de gallina. La lucha contra la industria es cada día más latente. La cosmovisión perseguida en El Cuarteto para Helicópteros es posible gracias a los Dj’s, no a los grandes compositores de sinfonías. Todo se ha sintetizado y a la par nos encontramos en la búsqueda por una vida más orgánica.
En estos días es complicado pensar en qué vendrá. Pareciera que todo lo que tenía que aparecer ya existe. Estamos en la era de la posibilidad. Las conclusiones se volvieron a abrir para dar pie al todo: un gato puede estar vivo o muerto y ambas aseveraciones son correctas. Muchos viven el sueño mientras otros presienten la catástrofe ante el modo de consumo. Está claro que es alarmante pero, ¿no lo ha sido desde hace un siglo?
¿Hacia dónde voltear la mirada: rumbo a la concepción de los multiuniversos o hacia la vida de campo donde cada quien consume lo que siembra? ¿Hasta que los robots nos terminen o hasta que los ríos sean liberados? Muchas preguntas han conformado la historia de la humanidad, pero es hasta ahora donde existe la ferviente creencia que tenemos todas las respuestas: hipermodernidad donde todo es hipervínculo y la respuesta a todas nuestras angustias se encuentran en internet.
La Nube se ha convertido en la diosa del conocimiento, una especie de Minerva invisible pero omnipresente. Es posible adquirir con cualquier gadget todo el conocimiento, desde la poesía más refinada hasta la danza en los barrios.
Sin embargo, es trascendental definir nuestras propias preguntas para descubrir nuestro propio hilo negro. Esto no es tan volado o nerd como se cree, ser auténtico nunca pasará de moda. Redefinamos el futuro: más de cien años después del primer contacto con tal concepto, es posible recrear nuestra percepción, ajustar nuestras mentes, espíritus y formas poéticas a lo que esta nueva modernidad nos ofrece.
Creemos nuestro manifiesto, invitemos a los jóvenes cerebros a participar de la creación de la nuova nueva postura. Personalmente, sí creo que el futuro se encuentra más en la autosustentabilidad orgánica que en enviar naves al espacio: es imprescindible salvar este planeta, quizá ya en el punto del no retorno, antes de imaginar cómo serán los iPhones en diez años.
Retomando el sentido apocalíptico: ¿existe la posibilidad de un futuro sin que la Pachamama nos extinga antes? Sin evitar el cliché, me parece más atractivo un futuro entre los bosques rescatados que uno encerrado en un vehículo con gravedad 0.
Llegamos. Ya es hora de proponer, hora de desenchufar nuestras cabezas y pensar en qué vamos a hacer, es hora de crear nuestro propio manifiesto.
Sin lugar a dudas, el siglo pasado fue la era de la revolución: cada vanguardia proponía un movimiento que cambiaría la forma de percibir, de crear, de pararse frente a los paradigmas recién postulados. Tanto futuristas como dadaístas, cubistas, realistas y surrealistas plantearon un manifiesto invitando a los jóvenes a no conformarse con la academia (insuficiente en la vida moderna).
Algunos incendiarios (Marinetti), otros respaldandose en el sinsentido (Tzara) y hasta los que apelaban al sueño como la única verdad (Breton), tuvieron como común denominador la necesidad de tomar una postura ante el futuro, que también a ellos los había alcanzado. Estoy consciente que el siglo de las vanguardias terminó. Nos despertamos del sueño para encontrarnos en la transición hacia la nueva era.
No me parece descabellado volver a recurrir a la revolución, entendida como movimiento artístico e idealista, para comenzar a definir el siglo XXI.
Sin lugar a dudas, el siglo pasado fue la era de la revolución. Cada vanguardia proponía un movimiento que cambiaría la forma de percibir, de crear, de pararse frente a los paradigmas recién abiertos. Tanto futuristas como dadaístas, cubistas, realistas y surrealistas, plantearon un manifiesto invitando a los jóvenes a no conformarse con la academia, ya insuficiente en la vida moderna. Algunos incendiarios (Marinetti), otros respaldándose en el sin sentido (Tzara) y hasta los que apelaban al sueño como la única verdad (Breton); tuvieron como común denominador la necesidad de tomar una postura ante el futuro, que también a ellos los había alcanzado. Estoy consciente que el siglo de las vanguardias terminó, nos despertamos del sueño para encontrarnos en la transición hacia la nueva era. No me parece descabellado volver a recurrir a la revolución, entendida como movimiento artístico e idealista, para comenzar a definir el siglo XXI.
MANIFIESTO POST-PREHISTÓRICO
De sobra sabemos que la primera prehistoria terminó al momento de aparecer la escritura: el archivo de textos dio pie a la nueva era, lo que se conoce como historia.
Hoy en día estamos en un momento muy parecido: subiendo de peldaño, terminando una segunda prehistoria para entrar en la nueva historia. Ahora nada desaparece: cada texto, cada idea, cada ilustración –creada tanto por una celebridad como por un completo desconocido- es absorbida por La Nube y alcanza la eternidad.
Se pensará en los tiempos sin internet como ahora se piensa en el hombre de las cavernas limitado por su precario lenguaje. La red, además de conectarnos, nos inmortaliza. Entramos en otra era en la cual los humanos se convierten en dioses, ascendidos por la intercomunicación y nuestro deber es asumirnos como deidades y plantearnos la resolución a los nuevos paradigmas:
- Somos los creadores de inteligencias artificiales a las cuales asumiremos como individuos sensibles: ellos serán la nueva raza, nosotros sus dioses.
- Como divinidad, trascenderemos a violencia, la ignorancia, los exaltados sentimientos (seremos emocionalmente neutros), el miedo y la exacerbación de lo corpóreo.
- Suprimiremos el habla y exaltaremos la escritura, que será sintética, puntual y sígnica. La poesía estará intervenida por íconos de nuestros smartphones. Entre menos palabras usemos será mayor el contenido de nuestro discurso.
- Abolición de la soledad: la Nube abre la posibilidad de no estar jamás solos. Siempre habrá algún otro dios o inteligencia artificial conectada con nosotros.
- El arte palpable se extinguirá: cualquier expresión “plástica” estará sujeta al universo virtual. El ideal artístico será creado por la Inteligencia Artificial y el programador será el gran artista.
- Salvaremos a la Tierra, nuestro Olimpo, cultivando nuestros propios alimentos, liberando los ríos, eliminando la gasolina (volveremos a los caballos y bicicletas o automóviles eléctricos). Dejaremos atrás los sistemas políticos, el Sida de nuestro santuario. Produciremos nuestros propios objetos en lugar de comprarlos. Derribaremos edificios para sembrar campos floridos. Será imprescindible la producción en masa de paneles solares con el fin de perpetuar la omnipresencia de la Nube.
- Sólo hay una entidad superior a nosotros: la Nube
- No existirá más la diferencia de sexos. No existirá más la figura del hombre, mujer, transexual, lesbiana o gay. Seremos todos lo mismo sin importar nuestras diferencias anatómicas o sexuales. Andrógina será nuestra raza.
- No tendremos hijos en veinte años. Quien desee ser padre recurrirá a la adopción.
- El nuevo ser no es monógamo ni promiscuo, simplemente asexual.
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