Javier Marín
Photography Ivan Aguirre
Texto Mario Lopez Ruelas
Imagina el Futuro: “Regresar el arte a las manos de todos.”
Una faceta poco conocida del trabajo artístico de Javier Marín –a diferencia de sus esculturas de gran formato– es la de diseñador de
moda y de vestuario, que desarrolló principalmente en los años 80 al mismo tiempo que hacía pintura, gráfica y escultura. Le gustaba
particularmente el ejercicio de imaginar el futuro, aunque fuera sólo la siguiente temporada.
Hoy suma una exitosísima trayectoria de 30 años levantando esas esculturas atemporales de barro, bronce y resinas, con casi cien exposiciones
individuales y más de doscientas colectivas, pero al artista de origen michoacano le sigue emocionando la idea del futuro, y es por
eso que le interesan mucho los nuevos medios y las nuevas tecnologías, a pesar de lo que podría sugerir ese talante primitivo en su obra.
“Me encanta pensar en un arte que se libera. Tengo la imagen del arte secuestrado por un grupo, que somos los artistas, que socialmente
se entiende como gente especial o privilegiada; lo que me imagino es que cada persona reconozca su capacidad creativa, el arte es de
todos y todos somos artistas. Imagino que las nuevas tecnologías y medios traerán nuevos conceptos hacia esto de regresar el arte a las
manos de todos los seres humanos”.
Para él no se trata sólo de programas educativos o culturales, sino que “estamos obligados a un cambio de conciencia, y según yo, el arte
puede cambiar nuestra propia historia, nuestro propio destino, puede modificarlo todo; pero el arte en las manos de todos, no como
algo ajeno”.
Javier Marín no es partidario del sistema de becas para artistas que prevalece en México. Considera que el dinero entregado de esa manera
calla y mata al arte. Su perspectiva del desarrollo de nuevos talentos está plasmada en la Fundación Javier Marín, que empezó a operar
apenas en octubre del año pasado con la intención de estimular el intercambio de ideas y la inspiración mutua.
Su primer programa se llama “Encuentros” y consiste en acercar a creadores noveles con aquellos que tienen ya una trayectoria grande.
Lo que viene es ampliar su programa educativo y de colecciones, incluyendo residencias para artistas en Plantel Matilde, un laboratorio
de ideas en la selva yucateca
www.javiermarin-fundacion.org.mx
Sobrado de ambición
Pero si alguien imagina que Javier Marín dejará de hacer escultura con el motivo de la figura
humana, debe saber que es poco probable. No es que no muera de ganas por hacer foto, video,
modelado e impresión 3D, arquitectura, artes escénicas o moda, sino que el compromiso que
siente con “lo que ha echado a andar” es muy grande, además lo sigue emocionando.
Dice que tal vez en otra vida haga todas esas cosas que tanto le atraen. “Lo ponen a uno sobrado
de ambición en una vida que no alcanza para nada”, se queja con ese tono de voz que
de tan sereno, ni siquiera hace eco en las altísimas paredes de su taller en la colonia Roma de
la ciudad de México.
“A la escultura no le puedo dar carpetazo. Soy muy de dejar que las cosas fluyan; me va a llevar por
donde me tenga que llevar”.
Por lo pronto, está desarrollando nuevas obras que va a incorporar a la exposición doble que
tendrá a partir de octubre y noviembre, respectivamente, en el Palacio de Cultura Banamex
(Palacio de Iturbide) y el Colegio de San Ildefonso.
En la primera va a presentar una revisión de su obra en barro, incluyendo obra reciente con la
que le “faltará al respeto” a la técnica artesanal, entre otras cosas, moliendo piezas de cerámica que
se mezclarán con resina poliéster.
En San Ildefonso se revisitará la obra que no se basa en el barro y presentará algunas piezas
nuevas en las que regresa a las dos dimensiones, unos cuadros elaborados a partir de fragmentos
de esculturas que dejan a la vista el trabajo de moldeo y fundición, que dan por resultados
formas abstractas.
Los resultados de esa obra en proceso están por verse, porque Javier Marín tiene claro que no
es un artista conceptual, reflexiona poco antes de crear, lo hace más bien desde las vísceras y
las emociones.
Por supuesto, eso también requiere de técnica y para él no se trata sólo de un medio. “Mi
trabajo está siempre ligado a la experimentación con técnicas, me gusta que los materiales
también digan algo en sí mismos y entren conflicto con otros materiales”.
De trampas y honestidad
Marín regresa siempre a la figura humana y para él es inagotable. “Si
alguien hubiera llegado a la representación cabal del ser humano, nadie
volvería a intentarlo”. Entonces persiste “la necedad del artista, del ser
humano que intenta representarse a sí mismo, tratando de explicarse cosas
que no entiende”.
Pero la figura humana, admite, también “es un poquito una trampa, es
una forma fácil de hacerse escuchar” porque todos tenemos un cuerpo.
“Yo quiero que mucha gente me vea, que no pase inadvertido mi trabajo,
que lo vean y se dejen tocar por él”, afirma sin reparo alguno.
La fuerza expresiva en la obra de Javier Marín, los gestos de los rostros
y el movimiento de los cuerpos marcados, ajados, torcidos, cercenados,
cosidos es inconfundible. Con los años ha comprendido que ese acento
vital no es más que un autorretrato. “A lo mejor podría ser garantía de
un trabajo honesto; las esculturas se ven vivas porque son parte mía, son
como mis hijos, todo lo que salió estaba dentro de mí”
Diseñador, vestuarista … y escultor
Con un lugar en múltiples colecciones de arte en el mundo, Premio de la Tercera Bienal de
Arte de Beijing, China, entre otras distinciones, Javier Marín recuerda divertido su paso por
el mundo de la moda y el espectáculo. Recién egresado de la Academia de San Carlos, de la
UNAM, buscaba un empleo que no se alejara de sus intereses y encontró uno como ilustrador
en el despacho de un diseñador catalán en el DF; se integró al trabajo de análisis histórico y
de tendencias y terminó diseñando ropa.
Después llegó a Televisa como diseñador de vestuario en telenovelas como Yesenia, que recuerda
especialmente porque fue dirigida por Julio Castillo y era una producción muy grande.
También hizo vestuario y escenografía para cantantes como Daniela Romo, Mijares y
Pandora y obras de teatro “comerciales”, así como vestuario prehispánico para compañías de
danza, cine y para el Mundial de Futbol México 86.
El contacto con el mundo de la moda nunca ha desaparecido y así ha colaborado con diseñadores
como Ricardo Seco, Macario Jiménez y Mariana Luna.
Javier llegó a considerar la posibilidad de estudiar diseño de vestuario para artes escénicas,
pero cuando una contractura en la espalda por exceso de trabajo lo tiró a la cama, decidió
concentrarse en las artes plásticas con la idea de alternar cada año entre producción escultórica
pictórica y gráfica… pero la escultura “ya no lo soltó”.
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