LA INDUSTRIA BIOLÓGICA DE LA MODA

 

Texto por Edith Medina.

LA INDUSTRIA BIOLÓGICA DE LA MODA Edith Medina FLESH Magazine

Las clasificaciones dentro del campo de la relación biología/moda se han suscitado para generar un mayor entendimiento. No sólo para hablar de sus materiales y sus formas sino también para visualizar sus intenciones. Un sector importante de diseñadores y artistas ha comenzado a preocuparse por la sustentabilidad frente a una idea de producción y consumo tipo “fast fashion” al de una capacidad industrial que no limite la producción de diversos actores en la moda.

Asimismo, las culturas e ideologías provenientes del DIY (Do It Your Self), del hacedor artesanal, de la biofabricación y la posibilidad de producción más autosuficiente, han enlazando disciplinas muy disímiles. Conjuntado a la ciencia con la idea de laboratorio como espacio de trabajo, han descubierto una serie de prácticas replanteando sus mecanismos y sus discursos, generando así la invención y reapropiación de otros mecanismos aplicados a la moda.

Conceptos como microcouturebiocouturegrowing jewelrycouture & fashion interventionbiofabric, biotextil y cultivated couture son cada vez más comunes no solo en el discurso de la moda sino también en la praxis. Hablar de biocouture o microcouture es hablar de de una forma distinta de abordar la moda, de entender los materiales, sus relaciones y capacidades. También se trata de una introducción desde una óptica diversificada al mundo comercial de la moda, haciendo referencia al uso de elementos y materiales sostenibles, provenientes de elementos biológicos, como hongos, levaduras, bacterias, gelatinas, agares, residuos de insectos, etcétera, vinculados con disciplinas como la biología, la microbiología, la biotecnología e incluso con lo que se hace llamar cocina molecular.

Una de las particularidades de estos insumos es que puedan tener un menor impacto natural, mayor aprovechamiento, desarrollo y a la vez pueden reproducirse con mayor rapidez. Proyectos como el laboratorio de investigación y diseño Algaemy, de las diseñadoras alemanas Essi Johanna Glomb y Rasa Weber, emplean el potencial de las microalgas como pigmento en la impresión textil, generando textiles con impresiones naturales. Para ello, fabricaron una máquina de impresión de corte artesanal que les permitiera extraer los pigmentos y usarlos al mismo tiempo. Dicha máquina se convierte en un medio de fácil acceso para generar herramientas distintas de impresión que además de ser muy estéticas son ampliamente comercializables.

Las técnicas y sus usos provienen de campos muy diversos, desde la implementación de huesos para generar objetos producidos a través de la estructura geológica de una zona en Francia (CaCO3, de Laura Lynn Jansen y Thomas Vailly), pasando por experimentos con hongos para generar telas (proyecto de la artista Aniela Hoitink llamado MycoTEX ). También el proyecto “Mycelium fur”, de Mandy den Elzen que, a través del cultivo del hongo llamado Mycelium, busca desarrollar otras opciones a la producción de pieles y el uso de desechos de insectos para producir objetos en una impresora 3d, desarrollado por el estudio Formafantasma, de Andrea Trimarchi y Simone Farresin, quienes han investigado las propiedades de organismos y materialidades, poniendo énfasis en la relación entre tradición y cultura local como parte de un posicionamiento de diseño crítico que revela cómo la sustentabilidad y la significación de los objetos evidencia las conductas culturales.

El término Micro-Nutrient Couture vendría de la mano de la diseñadora Emily Crane, quien a partir de la noción de supervivencia y cero recursos para producir, desarrolló una investigación que vincula ciencia, moda y cocina molecular. Crane crea desde burbujas como siluetas hasta diversas formas, generando una especie de “bioencaje” que puede moldear para después congelarlo y materializarlo. La particularidad de sus vestidos es que son comestibles: utiliza colorantes de alimentos, agares vegetales, agua y glicerina con la intención de integrar una moda que ente los ritmos de la industria en la que se usa y se desecha con rapidez, se pueda tener una opción de viabilidad, además de disfrutar de lo que llevas puesto. En palabras de la propia diseñadora: “La moda ya no es una cosa de simple belleza sino también de nutrición”.

No podíamos dejar de mencionar a la diseñadora inglesa Suzanne Lee como uno de los referentes obligados al hablar de “biomoda”. Con su proyecto Biocouture revolucionó no solo las formas materiales sino el discurso y el debate de la moda, abriéndola a una relación muy íntima con la ciencias de la vida, generando una mirada mucho más transdisciplinaria. A partir de ese proyecto se han generado una cantidad importante de investigaciones que han trascendido el propio elemento empleado por Lee: la kombucha para reconfigurar nuevos experimentos usando una gama de hongos (micelios) y organismos vivos, explorando desde la producción de pieles y zapatos hasta biotextiles, bioplásticos y materiales de biofabricación a través de impresoras 3D.

El replanteamiento de los medios y recursos empleados en la llamada “biomoda” nos hace cuestionarnos los límites del diseño a través de los materiales y sus procesos, su sustentabilidad no sólo como insumos per sesino sus capacidades a largo plazo como medios de producción. La apuesta es que se conviertan en referencias no solo de investigación sino de uso, más allá de proyectos de diseño especulativos: una de las metas más importantes de este tipo de proyectos. Y aunque muchos de ellos ya son una realidad, hay mucho qué hacer en el terreno del uso, los medios y los procesos de una “bioindustria” que crece a pasos agigantados.

 

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