LAS ENTRAÑAS DE MEXICO
Texto por Pablo Fernández Sánchez
Hablar de arquitectura barroca en México es hablar de los orígenes de una cultura occidentalizada y del claro reflejo de la dolorosa transición que se vivió de una civilización prehispánica a una que se convertiría y seguiría fielmente las pautas europeas. Tocó en tiempos del renacimiento tardío en Europa que se diera gran parte de la colonización en tierras americanas, lo cual resultó de gran conveniencia para la iglesia y los centros de poder que en ese momento regían a las sociedades occidentales.
El estilo barroco fue un movimiento artístico que detonó como contraparte a otro que se llamó “Renacimiento”. Podríamos decir, a grosso modo, que durante el periodo barroco en la arquitectura, los elementos de carácter constructivos y decorativos se fusionaron para crear una sensación espacial muy recargada y dramática.
Al llegar los españoles a tierras prehispánicas no encontraron mejor manera de imponer su religión, su ideología y sus usos y costumbres, que construyendo encima de lo ya existente. La arquitectura y el arte fueron dos herramientas clave para introducir los conceptos europeos y derrocar así los indígenas. La teatralidad y exuberancia del estilo barroco jugaron un papel crucial en la evangelización y por eso se convirtieron en un gran aliado de la transformación.
Eclesiásticos, constructores y artistas europeos persuadieron a los indígenas durante su adiestramiento mediante diferentes oficios que se necesitaban para edificar. Desde el inicio, ellos podían aspirar a ser desde obreros o carpinteros y hasta pintores o escultores. La arquitectura barroca requería de todas esas disciplinas para poder ser erigida; todas iban de la mano y eran imprescindibles para cumplir con las características del novedoso estilo.
Tal y como sucede en la arquitectura clásica, en donde las columnas constituyen a los órdenes clásicos por excelencia (dórico, jónico y corintio), también se crearon las columnas que representarían al período de la arquitectura barroca: la salomónica (de mediados del siglo XVII) y la estípite (de principios del siglo XIX). De ellas se puede descifrar fácilmente el juego de curvas, formas ovaladas, espirales, tangentes y secantes que reinaron en esa época. Toda esa revolución de elementos constructivos y decorativos se inspira mayormente en la anatomía de las plantas, los animales e incluso en la humana.
Las ciudades del Nuevo Mundo se basaron en un diseño de tablero de ajedrez, en donde el punto cumbre era el centro de la ciudad, con una iglesia o catedral, las casas de los fundadores, el ayuntamiento y el palacio del gobernador. Este modelo de ciudad fue tomado de la ciudad de Toledo -entonces capital de España- y fue aplicado por primera vez en la Ciudad de México en 1524.
La Catedral Metropolitana de la Ciudad de México se construyó de 1573 a 1813. Muchas etapas y estilos fueron plasmados en este importante edificio por lo extenso de su periodo constructivo y se trata de uno de los mayores y más claros ejemplos de lo que encarnó la arquitectura barroca en México. Primero porque fue construida sobre el Templo Mayor Azteca, segundo porque fue parte de lo que conformó el centro de poderes de la Nueva España y tercero porque en ella se plasmó la estrecha interrelación que había en la arquitectura con las demás artes, su profunda tendencia ornamental llevada al límite. A un costado de esta imponente edificación se construyó el Sagrario Metropolitano (recinto anexo al templo en las iglesias novohispanas), un edificio de estilo barroco estípite en el exterior y neoclásico al interior. Pero lo más interesante está en su fachada de cantera gris sobre muros de tezontle rojo.
Es de gran importancia referirse a estas dos edificaciones pues en ellas puede apreciarse con claridad la mezcla que resulta de la fusión de dos culturas completamente distintas: por un lado lo tectónico y masivo de la arquitectura prehispánica y, por el otro, el dominio de la espacialidad interior y el cálculo de la física de la arquitectura europea. Podemos observar esta interesante mezcolanza con tan solo leer las partes más esenciales de su arquitectura, pero también al acercarnos a cada detalle ornamental en sus retablos, en su escultura y también en sus pinturas pueden apreciarse rasgos claramente indígenas un poco más toscos y estridentes en comparación a los creados en Europa.
El Retablo de los Reyes es una de las piezas de arte novohispano más importantes contenidas en la Catedral de la Ciudad de México, una pieza de enormes dimensiones y con un sinnúmero de detalles que crean una experiencia altamente sensorial en quienes lo visitan.
Otras obras importantes de la arquitectura barroca mexicana -por mencionar algunas- son la Catedral Basílica de Puebla (hoy patrimonio de la humanidad y considerada uno de los museos más importantes de arte novohispano), la iglesia de San Juan Bautista en Coyoacán, el antiguo convento de Regina Coeli y la Casa de los Azulejos en el centro histórico de la Ciudad de México.
Pese a las indudables condiciones de imposición, opresión y sufrimiento que resultaron de la conquista española sobre el territorio mexicano, podemos reconocer que gracias a ese periodo histórico se generó un estilo arquitectónico único y asombroso que dio cuerpo a una nación en gestación y que hoy podría traducirse como las entrañas de la arquitectura mexicana.
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