MCQUEEN
Photography Ivan Aguirre
Make Up Juan Peralta
Hair Cesar Vargas
Model Tatiana Chechetova · GH Management
Art Monica Rodriguez Chuka
Vendrá la muerte y tendrá tus ojos
Por Fernando Bartolomé Delmar
El futuro no es más que un llamado que nos alcanza. Un llamado que no escuchamos de inmediato pero que intuimos muy en el fondo. La muerte es el futuro. Algunos llamados de vida también son el futuro.
Alexander McQueen se sabía diseñador de modas desde que era un niño. Nada lo detuvo hasta que lo detuvo la muerte. Vivió siempre en el futuro. El tipo era un genio. Son pocos los que en la historia de la moda han podido presumir de un corte tan perfecto, de una claridad artesanal tan definida. Alexander no solo sabía desde pequeño mucho de su futuro sino que el propio futuro lo recompensaba: le dio las manos de un cirujano y la visión estética de un poeta en la punta más filosa de la vanguardia.
No era ningún poeta bucólico. Sus formas nunca fueron naturales. Fueron más bien propias del ritmo: ritmo, ritmo, ritmo. Curvas anguladas repletas de color y textura, trazos trágicos, violentos, engendrados desde la pasión y el encanto de lo sublime. En eso sí fue poeta. McQueen fue siempre un enemigo declarado de la simpleza, de lo crudo, de lo inmediato.
Los rostros de sus modelos padecían todas sus obsesiones. Alexander los torturaba con ornamentos incómodos, imprácticos, siempre bellos, siempre simbólicos, siempre inútiles. Sus vestidos -que casi nunca parecían vestidos aunque nunca pudieron ser otra cosa, eran los mejores- reventaban cualquier pasarela. Estar junto a McQueen, junto a su pompa y excentricidad, junto a su grandilocuencia y permanente megalomanía debió ser para cualquier otro diseñador un terror verdadero.
Aunque su ambición nunca se rebajó a los groseros terrenos de la pretensión ni la expresividad hueca, McQueen es de los pocos que pueden presumir de elegancia siempre. En todo momento: aún en sus experimentos más riesgosos y fallidos. Un caso contrario (opuesto como en un espejo invertido) al de las cantantes pop ilusionadas con una supuesta originalidad, bobas en su engaño de quien nunca conoció algo mejor.
Si acaso, el monstruo del fracaso tocó a la puerta de McQueen en la forma de una modelo desentendida o en el mundo truculento y oscuro de su vida personal: “vendrá la muerte y tendrá tus ojos…”
Su puesta en escena nunca tuvo el sabor de la teatralidad. Fue siempre falsa, aunque ritual y performática. Revolucionar el mundo de la moda no se logra nada más a partir de telas sorprendentes que rompen el canon como las olas rompen al viento; uno tiene que servirse de más. Por eso sus pasarelas eran tan bien producidas: muchas de ellas ilusiones ópticas, otras ensayos de una procesión que celebra algo en el futuro. Todas imponentes y exactas. Alexander McQueen fue el diseñador total.
¿Por qué vivir en el futuro? ¿Por qué imaginar al vestido como una posibilidad de la imaginación al límite? McQueen era una de esas figuras que no habitaban este mundo, que vivía para concebir otro lugar, uno distinto y distante de la expresividad humana.
Decía Rimbaud que el poeta no era más que un vidente, una suerte de médium que lograba con su arte el desarreglo de los sentidos para la creación de uno nuevo, uno que los abarcara a todos. Rimbaud era, como McQueen, un genio con esa misma vista al futuro.
Nada más pensar en sus zapatos, esas plataformas repugnantes que alcanzaban la imposibilidad física con la sorprendente y bellísima deformidad. Pensar así en un pie implica realmente pensar en el pie, pensar tanto en él que es posible desaparecerlo.
Los diseños de McQueen son siempre una búsqueda de lo imposible. Pensar así en el mundo, al menos el mundo que uno habita -y McQueen habitó desde su nacimiento su propio futuro y el de la moda- no es más que vivir en él con la máxima de las capacidades. Pensar así es entender que no existe más que el futuro, que no hay presente que alcance.
Entonces la muerte es inevitable. Que Alexander McQueen haya decidido terminar con su vida no es ninguna coincidencia. A final de cuentas, él nunca habitó el presente. Con su obra logró habitar todo el tiempo: pasado, presente y futuro simultáneamente. Sus diseños -la definición misma de vanguardia- son el reflejo de lo que es la vanguardia: testimonio del tiempo presente y pasado proyectado hacia el futuro.
La muerte tuvo sus ojos. O fue él quien tuvo los ojos de la muerte en sus manos. Un diseñador de ese tamaño, de esa visión y talento, un creador que trasciende las posibilidades de su medio para hacernos reflexionar es dueño absoluto del tiempo. Y escribo de él en estos términos porque sería inútil hablar de cosas mundanas como su biografía o describir sus colecciones. Alexander McQueen logró algo que parecía imposible: trascender su propio medio de expresión y hacer que nada sirva más para entenderlo que sentarse a ver su obra y descubrir su significado y trascendencia.
Así de rotundo: dueño del tiempo.
Vendrá la muerte y tendrá tus ojos,
esta muerte que nos acompaña
desde el alba a la noche, insomne,
sorda, como un viejo remordimiento
o un absurdo defecto.
Cesare Pavese
www.FLESHmag.mx
#fleshmagmx #art #fashion #magazine #editorial #arte #moda #fleshmagazine #IvanAguirre #JuanPeralta #CesarVargas #McQueen #AlexanderMcQueen #GHManagement #TatianaChechetova #fashionphotography #fashionphotographer #models #photography #fotografia #MonicaRodriguezChuka