ONCE AÑOS DE MALAFACHA
Entrevista Manuel Meza
Fotografías Iván Aguirre
Total Look Malafacha
Fotografía Backstage José Luis Lozano
El espíritu del tiempo.
A 11 años y más de 20 colecciones presentadas en diferentes plataformas de la moda nacional, el dúo creativo detrás de Malafacha Brand platica con Flesh Magazine sobre sus inicios y el rumbo que la intuición, el destino, las influencias y –sobre todo– la urgencia creativa le ha dado a una de las propuestas independientes más interesantes de la última década.
¿Cómo se dio ese punto de unión entre ustedes y cómo llegaron a un acuerdo de lo que querían hacer con su proyecto?
Francisco Saldaña (FS): Yo estudié moda y mi proceso empezó con un concurso de diseño que se llamaba Fashion Forward –dentro de Fashion Week– que se enfocaba en diseñadores egresados que tuvieran al menos 1 o 2 años de experiencia profesional. Es decir, diseñadores jóvenes que tuvieran cierta experiencia para presentar una colección de 12 salidas. Participaban 3 o 4 y El Palacio de Hierro elegía a un ganador y lo becaba.
En ese entonces, un amigo que estudiaba en Jannette Klein –Daniel Liera– participó y estaba también estudiando en ese entonces y me dijo que lo intentara. Me acerqué a Anna Fusoni y le dije que me gustaría participar y cuando supo que seguía estudiando me contestó que no era para principiantes. Pero yo desde el primer mes que entré a la universidad estuve haciendo prácticas y diseñaba para Box Fresh y varias marcas que tenían licencias en México. Básicamente tenía 3 años en esto. Me dio la última cita y concursé, quedando en esa selección junto con Andrés Caballero y Regina Reyna.
Cuando vi con quién iba a participar pensé que no tenía muchas posibilidades y decidí aprovechar el espacio para hacer lo que a mi me gusta y por lo menos que la gente ubicara lo que hago. Generé una colección inspirada en Egipto y el hip hop con tintes ochenteros y conseguimos modelos que bailaran hip hop y rap. Fue una especie de performances que le encantó a El Palacio de Hierro y nos mandó a Daniel Liera y a mi a Barcelona a estudiar Fashion Merchandising en el IED (Instituto Europeo di Design) por 6 meses.
En ese ínter conocí a Víctor y yo había mandado a hacer ya una producción porque tenía la inquietud de hacer un proyecto de marca independiente. Había tenido muy malas experiencias con los proyectos en la carrera, que fracasaron por no tener madurez y porque tener un proyecto colaborativo es complicado. Pero nos conocimos y coincidimos en que a lo mejor podíamos juntar nuestras visiones estéticas y nuestras habilidades.
Víctor Hernal (VH): Yo estudié Comunicación Visual y antes de la licenciatura estaba enfocado a las artes plásticas y tenía claro –al terminar la carrera– que quería emprender un proyecto personal, pues o entras a una empresa o generas tu propio proyecto. Así fue que Francisco y yo coincidimos y creamos la marca.
¿Tu acercamiento con la moda había sido desde antes?
VH: Desde antes tenía la inquietud de tener una marca de T-shirts con otro compañero de la preparatoria que al final no se dio, pero era con una visión de negocio. No fue hasta que conocí a Francisco y armamos la marca que empecé a involucrarme en la moda, a conocer de qué iba, que existían patrones y esos asuntos. Sobre todo la parte técnica, pero entonces empecé a coser y a patronar y cuando Francisco regresó de Barcelona, nos metimos a un curso de patronaje y yo aprendí a coser sobre la marcha, con iniciativa y curiosidad.
Ahora que mencionaste las T-Shirts, es curioso que lo que detonó que la gente empezara a ubicarlos fueron sus camisetas.
VH: Justamente. Fue con esa idea de parches, suajes… pero fíjate que fue súper orgánico para mí. Como yo no estudié la licenciatura de moda, mi formación fue totalmente autodidacta y creo que fui también un poco inconsciente, porque creo que la universidad te da una formación y ciertos lineamientos y pasos que debes seguir, y yo en esa inconsciencia y esa necesidad de crear, de experimentar y de querer hacer, pues lo hice de forma mucho más libre, más artística si así lo quieres y empecé a generar algunas prendas sin un patrón, a través del modelado, esculpiendo la tela. Creo que esa inconsciencia fue un plus y ahora tengo ya mis métodos y mis maneras de crear y diseñar.
¿Cómo dieron con el estilo Malafacha y juntaron esas influencias del diseño japonés y las propuestas urbanas?
FS: En mi caso, del proceso de diseño lo que más me ha interesado siempre es la parte de investigación. Por ejemplo, desde que era estudiante me interesó la idea de poder ligar el arte al diseño. Eso me acercó a descubrir el movimiento de los diseñadores de los noventa, lo que se conoce como anti-moda. Desde los diseñadores japoneses hasta los belgas. Yo iba a la escuela con falda, era punk: rapado y con cuernos rosas porque tenía una necesidad de explorar más allá la parte estética. Hablábamos mucho de los mexicanismos o los neomexicanismos de los ochenta, y el porqué había pasado tanto tiempo sin que pasara nada. Hoy sucede, no como un colectivo sino como un movimiento que es afortunadamente outsider y eso está padrísimo, porque creo que justo eso hace la contracultura, nivelar la cultura.
Se nos ha cuestionado mucho que nosotros queremos ser punks pero no somos punks reales porque no vendemos en el Chopo y tal, pero creo que la cultura tiene que estar en las distintas capas y que dentro del medio mainstream, como es el Fashion Week y este grupo de diseñadores, que haya una voz disidente es importante. No somos los únicos, evidentemente, pero sí fuimos de los primeros.
Cuando yo estudiaba veía que todos mis compañeros querían hacer ropa de noche y tenían esa idea muy mexicana de entender la moda como lujo y glamour, pero un glamour que te remite a telenovelas porque ese era el referente y yo desde un principio dije que No. De hecho, yo iba a estudiar gastronomía y un día estaba viendo un documental en la televisión vi que salía Björk, de quien era fan, pero el documental era sobre un diseñador de quien ella había usado una prenda para el disco Homogenic. Y me quedé ¡wow! Empecé a ver lo que estaba haciendo Alexander McQueen en Givenchy y me dije que eso era lo que yo quería hacer.
Obviamente mi papá se oponía, pero como tuve una adolescencia muy rebelde, me dijo que estudiara lo que quisiera pero que hiciera algo. Creo que mi vida ha sido un cúmulo de accidentes, pero que siempre la resiliencia me ha provocado sacarles el mejor partido.
Hablemos de esa primera colección.
FS: Esa colección que yo hice como estudiante, que si bien no es la primera como Malafacha, pero sí era una indagación que al final lo que gustó fue que era una colección totalmente urbana, pero con una una parte interesante de exploración en siluetas, colorido, etcétera. Eso se veía solo en marcas como Grifo, por ejemplo, y por ahí había algunos que lo hacían, como Julia y Renata (que en ese momento no eran lo que ahora, estaban empezando).
Cuando decidimos hacer la primera colección quisimos generar un concepto de sincretismo entre la cultura prehispánica y la cultura española justo en el momento que tienen ese cruce, pero desde una perspectiva oscura y urbana. Fue muy curioso porque cuando presentamos por primera vez en el Fashion Week, que fue cuando yo regresé de España y me habló Anna Fusoni para decirme que había un espacio en Fashion Week y yo le dije a Víctor que había que hacerlo porque ese tipo de invitaciones no se reciben todos los días.
Presentamos una colección que creo que fue icónica: los maquillajes eran en rojo, como caballeros águila, calaveras de azúcar pero oscuras, etcétera. Lo curioso es que en ese momento la gente pensó que éramos una marca que tenía muchísimos años y que éramos de Argentina. No sé porqué, pero el nombre Malafacha surge justo por eso, porque éramos los mal vestidos o los que presentamos un mal look.
¿Cómo fue el recibimiento que tuvieron del medio de la moda?
FS: Raro, como hasta el momento.
Ahora no nos imaginamos un Fashion Week sin Malafacha…
FS: Ése es el problema. Hay una relación amor/odio. Yo siempre he dicho que es una relación en la cual… es difícil hablar del trabajo de uno, porque puedes caer en dos polos: en un exceso de modestia, que es igual de molesto que caer en un rollo de soberbia o de vanidad. Lo que yo creo es que la moda que hacemos –y no digo que sea algo positivo– en ocasiones resulta muy compleja de descifrar. Es decir, de repente lo ves, no lo entiendes y te empacha. No sé si me gusta o no…
¿Y así fueron las reacciones en todos los desfiles?, porque ahora son unos eventazos…
FS: Me acuerdo mucho de una anécdota: en esa ocasión estaban dando unos premios (creo que eran los premios Lycra) y el jurado estuvo debatiendo porque querían darnos a nosotros el premio a la propuesta revelación, pero la editora de Harper’s Bazaar de ese entonces dijo que era imposible, que no podían premiarnos porque era primavera-verano y nosotros habíamos presentado una colección totalmente en negro. Nos habíamos equivocado al presentar una colección otoño/invierno.
Porque no traían flores…
FS: Claro. Pero para mi eso fue tan revelador. Después de once años somos un espejo de las carencias… y de verdad, lo digo no porque seamos mejores sino porque a través de eso que no entiendes, pero tampoco tienes la intención de indagar ni crees que valga la pena levantarte de tu silla o despegarte de tu celular para acercarte al diseñador y preguntarle: “Oye, todo esto raro, ¿de dónde viene?” o “¿Quién es Bob Wilson?”, porque ya dijiste quién es pero ya se me olvidó y la verdad no lo voy a googlear porque me quiero tomar una selfie.
Creo que eso es lo que genera. Y otra cuestión también muy importante es que siempre nos hemos mantenido muy al margen del medio de la moda. No es un ambiente que nos guste. Tenemos gente que apreciamos y respetamos mucho, pero no creemos ser parte de ese mundo. Ni lo deseamos ni lo hemos buscado. Y eso cala mucho en México.
Hace mucho que se cuestionan los ritmos de la industria de la moda por resultar tan agobiantes para los creadores, pero ustedes le entraron sin bronca y siguen presentando una colección cada temporada, lo cual me imagino es una chinga…
FS: Lo es. Ha habido muchas temporadas en que hemos querido parar porque no es ni siquiera sano para el proceso creativo. Lo he platicado mucho con Víctor, pero creo que ha sido como una vorágine, una inercia y llega un punto en que ya dejas de disfrutar lo que haces.
A diferencia de la corriente actual y un poco hilando con la reacción de la prensa o del propio medio, creo que tiene mucho que ver con el hecho de que se dice que todos los diseñadores tienen que ser empresarios y deben tener una tienda en Polanco y nosotros dijimos: “No”. Está bien por quienes lo hacen, pero no es la única vía y ese camino ya está muy saturado. A mi no me interesa. Nos ha gustado ir a nuestro modo y a nuestro ritmo.
VH: También creo que, retomando un poco el tema de la primera colección, esa rareza de hacer un desfile al final también fue algo impactante, porque con esa primera colección tuvimos una portada del periódico Reforma en la sección de Moda que decía “Nuevos aires”. Entonces, fue definitivamente algo positivo. Lupita Aguilar es una periodista con trayectoria y evidentemente vio algo en nuestra propuesta y a partir de ahí nos dimos cuenta que algo debíamos de estar haciendo bien.
FS: Déjame nada más hacer una acotación a lo que dije porque creo que fui muy determinante. Evidentemente hay mucha gente que nos apoya, pero lo curioso y lo que dice
Víctor es muy cierto, la generalidad es que la gente realmente reconoce nuestro trabajo, aunque muchas veces no nos lo dice directamente y nos enteramos por otras personas o nos enseñan lo que escribió de nosotros cierta persona que con nosotros es súper fría. O nos ha llegado a pasar que dicen que somos lo mejor que se tiene en México, pero jamás nos piden ropa. Pero hay una doble lectura, porque mucha de la gente que realmente nos entiende (y creo que eso es algo por lo cual nos podemos sentir muy tranquilos) y cree en lo que hacemos es en realidad gente que trabaja circunstancialmente en la moda, pero que tiene otro tipo de acercamientos y otro tipo de intereses estéticos.
Buena parte del medio editorial en México –no quiero decir que todo– no necesariamente son personas con formación en el conocimiento de lo estético o corrientes artísticas, pero no responde tanto a esas personas como al perfil de las revistas. Muchas de esas revistas que en México se llaman revistas de moda –porque en otros países lo son– aquí son de estilo de vida y de sociales.
Pero no tenemos coraje porque no nos publican. Lo entendemos perfectamente. Sabemos que no nos van a sacar en Vogue porque esa capa negra que tenemos la clienta que compra Vogue va a decir: “¿Qué le está pasando a esta revista que me quiere disfrazar de bruja?”.
Evidentemente, las editoriales tienen compromisos con sus anunciantes, una línea editorial que tiene que ver con la gente que les compra y a nosotros obviamente no nos invitan a su mesa porque saben que no es lo que comemos. Y no nos causa ningún problema porque si quisiéramos sentarnos en esa mesa podríamos hacerlo. Sería mucho más fácil para nosotros hacer un vestido lindo que estar explorando en formas y ver cómo va a ser ahora el maquillaje o el peinado. Pese a las críticas y a la gente que dice que hacemos disfraces.
Jim Jarmusch dijo en una entrevista que un director de cine que solo sabe de cine es un pésimo director y creo que eso aplica para todo creador y me gusta mucho que ustedes tengan todas esas referencias y ese interés en otros soportes y otras disciplinas…
FS: Que a veces se convierte también en un problema. De repente es tanta cosa que para tí es clarísimo y no puedes creer que no lo vean.
¿Cuándo fue la primera vez que los publicaron en Vogue Italia?
VH: Creo que fue como hace 5 o 6 años.
¿No fue con Youkali?
FS: Con Youkali nos publicaron en Dazed and Confused y fuimos los únicos diseñadores a quienes publicaron tanto en la impresa, online y en todos los medios digitales y eso fue maravilloso. Algo que a nosotros nos ha gustado mucho y que a lo mejor no es muy bueno, es el hecho que nunca hemos tocado una puerta ni hemos buscado nada. Siempre nos ha llegado.
¿Con qué se han tropezado en estos once años y qué han aprendido?
VH: Ha sido un aprendizaje constante. Desde la primera colección, gestionando tu propio proyecto, evidentemente aprendes a prueba y error. De repente eres todólogo: estás en la parte creativa, en la administrativa, llamas a tiendas, entregas, repartes, estás en el taller, cortas, coses y te partes en mil desde el primer momento. Es bastante complejo porque el tiempo no te da, pero colección tras colección hay un aprendizaje y vas afinando detalles, vas puliendo la forma de trabajar y de gestionar tu trabajo, tu agenda y también aprender a delegar, que es importante porque a veces quieres hacer todo y no es posible.
Esas cosas técnicas al final de cuentas son más fácil de sortear, pero no creo que sea igual con las decisiones creativas.
FS: Cada uno ha entendido su papel. Entender las fortalezas de uno y otro es lo que ha hecho que funcione. Nuestra forma de trabajo es que yo doy la dirección creativa porque soy el más curioso y, de alguna manera, el que tiene más referencias. Tal vez por la misma personalidad: los libros, la música, estar indagando y todo eso que al final lo traduzco para Víctor y le digo: “Mira, vi esto o existe esto”. Por ejemplo, Pina Bausch o Bob Wilson.
La primera colección recuerdo que empezaba con un rezo por los fieles difuntos y al final eso es producto de que a veces soy como una urraca: sé de mucho pero sé muy poco. Pero creo que es parte de mi personalidad y eso genera una línea creativa. Por ejemplo, empiezo haciendo bocetos para dar con siluetas y formas y ya después Víctor traduce eso en la materialidad. Finalmente, son dos estadíos muy importantes porque hay cosas que yo no puedo mentalizar ni idear sino que nada más marco: aquí tiene que haber un vestido, aquí tal y ya Víctor lo esculpe, pero va siendo causa del azar.
Pero no se podría decir que yo soy el que diseña, porque muchas veces así se ha dicho: “Francisco es la cabeza creativa”. Y no, porque son dos formas diferentes y creo que eso es lo que enriquece y hace tan sui generis a la marca, que es un caos dentro del orden. Es decir, hay dos formas de guiar y –curiosamente– cuando se soltó más la marca es porque Víctor se soltó mucho más y esas han sido las colecciones más exitosas.
VH: Aparte de eso, fue un proceso muy orgánico, porque al principio las colecciones eran como muy diseñadas y estructuradas, todo partía de un patrón y un molde. El diseño en papel se traducía de una forma tradicional. Y yo, al pasar de las colecciones, fui también agarrando confianza y mi misma curiosidad me llevó a experimentar con materiales y a indagar un poco en las formas, en los volúmenes.
FS: Y lo más importante, tu imposibilidad de bocetar, que se te dificulta. A mi se me hace fantástico, encontrar esa manera de lograr en tercera dimensión, que es como lo hace una Rei Kawakubo, por ejemplo, que dice que ella no puede tomar un papel porque no le gusta, no dibuja: “¿Qué hago? -Esculpo”.
VH: Lo que no se me da es armar figurines y un total look. Sin embargo, soy muy bueno para diseñar prendas aisladas, pero de esa manera, como de un trazo plano. En esta misma formación que traigo, como más artística y esa inconsciencia que te digo: al no tener estos issues que te mete en la licenciatura un profesor, al tener yo otra licenciatura e incursionar en la moda, esa inconsciencia me llevó a actuar de una forma atípica y a generar algunas prendas súper conceptuales que no parten de un patrón sino que están en mi cabeza y simplemente puedo extender un rollo de tela, cortar un cuadrado, un triángulo, un rectángulo y a partir de ahí empezar a crear algo, a modelar o a esculpir, como dice Fran. Colección tras colección me fui involucrando más y hay también como un carácter muy experimental con nuevos volúmenes, formas, cosas que pueden parecer un poco imposibles, pero creo que al final Fran y yo tenemos un complemento bastante interesante por nuestros perfiles que están encaminados hacia un fin común y eso enriquece mucho el proyecto.
Lo curioso de su propuesta es que ustedes han sido encasillados como un proyecto dark, como si el color dictara el mood de una colección, pero cuando presentaron Señor Monstruo, que era todo en colores primarios, la narrativa no era nada alegre. ¿Lo hicieron a propósito?
FS: Claro, esa colección estaba basada en pesadillas. Pero fue horrible porque entonces la gente decía -gente que escribe y que esperas que tenga más recursos: ¿Cómo que monstruos, dónde están los peluches? Y dices: –¡Estás cabrón!
Lo que hemos tratado es ir generando estos imaginarios y la competencia es con nosotros mismos. Y justo eso fue: una racha de colecciones en las que quisimos explorar y que creo que fue muy sano. Como ésa, la de Youkali misma, aunque con esa cerramos y regresamos a la parte más oscura. Pero tuvimos colecciones que fueron totalmente en colores blancos, como la de Éxodo. Pero de verdad siempre lo hemos pensado, creen que el negro es un color muy severo y he visto cantidad de gente que hace unas ñoñerías con ese color.
Hemos aprendido a lo largo de este tiempo y, quizá los errores que hemos cometido, tienen que ver con el ego. Es decir, el ego en muchas ocasiones nos ha provocado el constantemente estar dudando si lo que hacemos está bien. Si de repente ves que hay 10, 15, 20 personas que están haciendo una moda muy comercial y que todo mundo les aplaude, ya llega un momento en el que te cansas. No que quieras pertenecer, pero llegamos a pensar que a lo mejor si estábamos mal. Y eso es lo que nos ha llevado en algunas ocasiones a tomar decisiones erradas, que hoy podría decir que han sido las mínimas, porque somos personas que nos guiamos mucho por las corazonadas, somos muy abiertos a lo que venga… y creo lo que nos ha abierto a eso es que lo que venga sea para bien. Si no resulta, tampoco es que esperábamos que resultara y eso ha sido clave para nunca haber sentido que fracasamos.
VH: Pero creo que tiene que ver también con esta parte de ser auténtico y ser fiel a lo que crees y piensas. Un poco ir a contracorriente, porque al final el medio te dice que tienes que ser empresario, tienes que vender, tienes que entrarle al tema de producción, como este esquema que te mete en una caja y evidentemente esta caja puede llegar a desbordarse y ¡qué horror!
El esquema tradicional puede no encajar en diferentes marcas o diferentes historias creativas de mucha gente. Y, sin embargo, creo que nosotros en muchos sentidos, en esta misma necesidad creativa de explorar, investigar y proponer, generando algo nuevo, una colección nos ha llevado a otra y ha sido un reto creativo orgánico.
Tampoco es que nos digamos que el siguiente reto es tal… en nosotros es algo totalmente natural, ni siquiera nos lo cuestionamos. Simplemente fluye y esa colección que sigue es un reto, pero es algo que te empuja y te lleva al siguiente nivel.
Algo que ustedes han sabido hacer muy bien es rodearse de otros creativos que han sumado mucho a su propuesta. No solo en los shows sino también en su proceso creativo, en su manera de pensar las colecciones. ¿Cómo se fueron dando esas relaciones?
FS: Yo siempre he pensado que los artistas o la gente que crea somos canales. En este caso, lo que se generó con Malafacha es algo que, si bien nosotros somos las dos personas que a lo largo de estos once años hemos llevado el proyecto, cada colección y cada parte de estos once años ha habido muchísima gente involucrada. Ahora, por ejemplo, con la revista y lo de
#ILoveMalafacha, se ve y para nosotros es súper emocionante ir viendo en testimonio seriado a todas estas personas que en su momento han tenido que ver con nuestro proyecto. Y no solamente el creer en nosotros sino en ser parte, no solo colaborar sino que en ese momento se funden con el proyecto: gente de pelo, de maquillaje, modelos, gente a la que hemos vestido y que ha tocado con nosotros, fotógrafos, estilistas, etcétera.
Creo que eso es lo más importante. Nosotros no creemos que somos ni protagonistas, ni queremos figurar, ni estamos hambrientos de que se nos reconozca sino creemos que lo importante es Malafacha, que trascienda y que vaya más allá y lo que más deseamos es que cuando nosotros no estemos, Malafacha siga. Eso sería lo ideal, porque un trabajo creativo, obligatoriamente tiene que ser colaborativo, si no es así, terminas quedándole muy chico al proyecto.
VH: Hay una parte muy interesante que se trata de la necesidad de generar algo diferente. Estas personas que colaboran como la gente de maquillaje, de peinado, la gente que hace calzado, la que está involucrada (las marcas incluso y las mismas plataformas), evidentemente también para ellos genera ese impacto de salir un poco de esa zona de confort, porque tal vez un peluquero o un maquillista está encajonado en lo típico de que todo mundo quiere tal peinado o tal maquillaje y nosotros rompemos con eso y decimos, bueno pues píntale la cara y genera un body paint y genera algo. Y para este otro creativo que suma valor a la marca y a la intención como Beatriz Cisneros, Javier Romero, Ignacio Muñoz, Michelle Ceballos… vaya tanta gente que hay, para ellos también es un reto y les prende.
FS: Una periodista nos dijo que ella sentía que Flor Amargo se había comido el show y ella había brillado más que la colección y yo me quedé de ¡¿Cómo?! Es que no es una competencia, es un acompañamiento y eso no demerita el trabajo que nosotros presentamos. No presentamos ropa sino un concepto global y una experiencia para quienes nos van a ver y creo que eso es lo que ha provocado que nuestros desfiles siempre estén a reventar. No
estamos ahí a ver qué nos compran sino que estamos obsequiando a la gente y a la vez la gente, al asistir, a nosotros… es como un ritual: generamos un círculo de energía en el cual se produce creatividad. Nosotros brindamos y la gente brinda llegando desinteresadamente. Nosotros no estamos ahí pensando en que ojalá se nos vendan las túnicas. Lo hacemos por el simple gusto y la pasión de hacer y eso contagia a las otras personas que se involucran.
¿Cómo ha sido el acercamiento que han tenido con Marvel y ahora con Nickelodeon? ¿A qué atribuyen ustedes ese interés?
FS: Es bien chistoso porque con Marvel se tardaron 2 años en llegar a nosotros porque no sabían cómo contactarnos y sabían que tenía que ser con nosotros. Cuando llegaron y nos dijeron que querían que hiciéramos la colección de Marvel de todos los superhéroes. yo les dije: –No somos los indicados. Nosotros tenemos un concepto de marca que nos ha costado construir y superhéroes no te podríamos hacer porque simplemente no nos van a salir. Si te interesa podríamos hacerte villanos. Y dijeron: está increíble. Y así se generó esa colección.
Ahora con Nickelodeon llevamos año y medio de gestión con el proyecto: empezó primero en Londres, después estuvo en Brasil, acaba de presentarse en Colombia y ahora cerramos nosotros en México. ¿Por qué? Yo creo que tiene que ver con la convocatoria y también con lo diferente que somos. También considero que lo nuestro por ser tan diferente y tan raro puede llegar a tener una identidad más propia en nuestro país que se puede diferenciar de lo que se está haciendo afuera. En nuestra moda, eso sí, es una cuestión fundamental que no se parezca a ninguna otra. La puedes ubicar con los diseñadores orientales y claro, tiene influencias, pero no es un diseño oriental porque no hay esta cosa limpia y prístina.
Tienen una conexión con el pasado histórico del país que los distingue…
FS: Es correcto. Fíjate que eso es algo que cuando fuimos a Canadá, al acercarse unos periodistas de Toronto, Japón y Nueva York a platicar conmigo me dijeron: “Cuando supimos que venían diseñadores mexicanos pensamos que íbamos a ver pura playa, puro sombrero, puro nopal, bla bla bla… esas cosas folklóricas. Pero cuando vimos la colección (que era la de Martillo, que estaba inspirada en las brujas) vimos México, esa Ciudad de México que nosotros conocemos”.
Y no había rebozos…
FS: No había rebozos. Fue realmente súper impactante que estuviera como implícito este background mexicano, a lo mejor más realista y menos romántico, pero creo que eso es lo que a nosotros nos ha corroborado que hacemos un trabajo auténtico.
VH: En ese sentido también es súper importante que –como ha dicho Francisco– la gente piensa en México y el referente es el nopal, lo prehispánico, lo que está muy ligado al folklore, que eso es México. Pero Francisco y yo somos mexicanos de ciudad, no nacimos en Oaxaca ni en la montaña ni en estos contextos de campo y nuestras influencias son citadinas y evidentemente es un México contemporáneo, de una ciudad agresiva, caótica, gris, una ciudad con caos, con contaminación y que finalmente es ecléctica. Nuestras creaciones tienen esa carga citadina, esa carga sombría que evidentemente no es ese México de María Félix o de Dolores del Río, que es a lo mejor como en el extranjero pueden llegar a percibir a México.
FS: Pero te digo que eso es un cliché que yo nunca he llegado a entender y a lo mejor parte mucho también de la comprensión que uno tiene de su propia cultura. Hoy justamente venía escuchando un disco de sones huastecos, que es una música que pareciera muy alegre, pero que tanto los instrumentos, los violines y todo… me hacen pensar que la música de México se puede traducir en una emoción: el llanto. La más agresiva como es la música ranchera se puede decir que es un llanto desgarrado, el bolero es un llanto súper nostálgico, la música del istmo es una música melancólica, llena de neblina, pero también el son jarocho, la música de arpa, es una alegría con llanto. El mismo cielito lindo que dice ay, ay, ay, ay, canta y no llores. Entonces, sí existe la correspondencia y viene la tristeza, esta idea del corazón sangrante… Si nosotros analizamos el pasado de nuestros pintores, de nuestros artistas, de la misma historia de México, se trata de una historia de dolor, pero no de un dolor victimizado sino de asumir esta cuestión doliente y voltearlo, como la muerte.
Ustedes hicieron una colección inspirada en ese cine mexicano y fue como un distanciamiento estilístico que llamó mucho la atención. ¿Cómo es que dieron con esa colección?
FS: Coincido. Para mi la primera parte de esa colección me gusta muchísimo. La de blanco y negro, todo lo demás fue querer complacer, querer hacer algo diferente. Por eso Youkali es tan simbólica, porque Youkali es ese lugar donde los sueños mueren, el lugar a donde se dirige la barca, y para mi fue como un cierre de ciclo muy simbólico en el momento en que lo visualicé porque veníamos de colecciones como Oliver Twist, que si bien no son malas, lo más chocante si fue esta parte de las rumberas en la que quisimos experimentar y ser más modernos, pero al final, como la de Basquiat, fue un poco como traicionar lo que veníamos haciendo por querer encajar, pero termina siendo una sonrisa fingida que se convierte en una mueca.
A la distancia –como todo lo que hacemos es muy raro– se ve como una extravagancia más. No es como si lo hubiera hecho otro diseñador que siempre hace vestidos de novia y de repente saca trajes de baño. En nosotros es como de ¿por qué tanto color? No lo vemos tanto de una colección a otra. Youkali fue justamente como decir “se acabó”. A partir de ahora vamos a volver a reconectar con lo que éramos. Le guste a quien le guste.
VH: Creo que aquí hay dos puntos importantes: esa misma necesidad creativa que tenemos evidentemente nos llevó a incursionar en la parte de color, por ejemplo, que en ese momento sí fue un reto que nos planteamos. Pero también fue esa búsqueda de querer hacer algo nuevo y así surgieron Señor Monstruo y Oliver Twist, que tenían mucho manejo de texturas y cada colección te lleva a otra de manera orgánica. Lo de las rumberas lo planeamos así: era una historia del cine mexicano y su transición del blanco y negro al color en una línea de tiempo hasta llegar el cine de rumberas.
FS: Sí es planeado, pero pasa esto que decías de las colecciones: llega un punto en el que dices “ya no me puedo repetir”. Estás pensando en lo que van a decir los demás y eso es lo peor que puedes hacer. Hoy la veo y creo que pude haber hecho algo totalmente diferente con ese mismo tema, pero no me arrepiento. Me gusta, y creo que los accesorios de Nancy Baltazar y Alejandro Rincón le aportaron mucho y a partir de esa colección hemos vestido a Los Folkloristas, a Geo Meneses… y la parte de las rumberas a la gente le encanta.
VH: Es como todo; uno como ser humano tiene una evolución y al mirar al pasado medio te horroriza y, evidentemente, en moda todo tiene una caducidad y yo creo que eso aplica para todo proyecto porque en ese momento lo haces y tienes un mood, una personalidad, algo que haces porque así estás en ese momento y vas evolucionando y lo volteas a ver y te preguntas ¿en qué estabas pensando? Sin embargo, forma parte de tu historia y no puedes renegar, pero sí es un punto de partida para enriquecerte y ver que hoy no eres igual que antes.
FS: Yo no soy tan condescendiente. Soy muy crítico de mi trabajo y muy severo. Siempre me queda la espina de que pudo ser mejor. Pero eso también es combustible para hacer mejor las cosas.
Tomando eso en cuenta, ¿cómo evolucionar como marca y mantener su esencia?
VH: Eso es un reto en un futuro lejano e inmediato. Ahorita estamos en un tema de reestructuración de la marca porque después de once años creo que hemos hecho mucho y de todo. Ya nos probamos y nos dimos cuenta de lo que podemos lograr, de los conceptos que podemos manejar y que al final eso gusta, porque hay esta aura de lo que es Malafacha. Las vinculaciones con Marvel, LG, Nickelodeon, Lycra y Kaltex, que podrían parecer imposibles, son marcas que están creyendo en la moda mexicana y apostando por estos conceptos y propuestas fuera de lo común y eso está padre porque –como dice Fran– no hemos tenido la necesidad de tocar una puerta. Afortunadamente nos han buscado y creo que tu trabajo habla por ti y es tu mejor carta de presentación ante los demás. No tienes que decir que has hecho esto o lo otro porque ahí está la historia, las fotos, los registros.
FS: Ahora estamos en un proceso de cerrar una sociedad con una tercera persona porque la intención es expandir la marca y eso nos llevará por otros lugares, pero también queremos probar cosas nuevas. Creemos que es muy sabio desapegarte de las cosas. Duró tanto tiempo que dices; no lo fuerces, ya déjalo…
Y es curioso porque ya he pensado que esta sea la última colección como Malafacha, por lo menos en una plataforma. Tengo mucho interés de indagar otros medios, otros formatos y es muy curioso porque tal vez este número de Flesh llegue a ser como un cierre. No lo sé…
VH: Nosotros empezamos al revés: hicimos una colección sin tener de background una producción, puntos de venta y tal, que al final primero tienes tu marca, la consolidas y el siguiente paso es armar una colección para generar ventas. Nosotros empezamos con la colección sin tener nada más y no hemos parado. Nos vimos envueltos en esta vorágine y no hemos podido soltar aunque de repente lo hemos querido.
Al final todo es aprendizaje. Siempre hemos hecho lo que hemos querido, siempre hemos gestionado nuestros proyectos y las cosas fluyen. Luego te enfrentas a un tercero que quiere una colección en particular, que ya tiene ciertos lineamientos, que te está poniendo una rúbrica y obviamente te conflictúas de tener que adaptarte, ceder y trabajar bajo esquemas de aprobaciones y criterios empresariales. Pero ha sido un aprendizaje invaluable y creo que hay que trabajar un poco en que no siempre puedes hacer lo que tu quisieras. A lo mejor te llegan proyectos –como con los artistas– que tienes que adaptar eso que sabes al gusto de otro y así es esto.
Sus intereses fuera del proyecto común, como la academia y la docencia, ¿les ha llevado a replantear su futuro como marca o qué les ha aportado?
FS: La idea de seguir preparándome al final es ese soft power que se le mete al proyecto. A lo mejor no es algo que sea directamente visible en él, pero te va cambiando la estructura mental para provocar innovaciones, nuevas perspectivas y crecimiento.
Honestamente, no sé cuánto tiempo vaya a durar Malafacha. No tengo certeza de nada, pero creo que yo seguiría creando. Ahora estoy estudiando una especialidad en joyería que obviamente está pensada en crecer Malafacha, pero si así no fuera, siento que tengo esa necesidad de seguir creando, porque es es eso: una necesidad.
Obviamente, Malafacha es un proyecto de vida, no solamente porque le hemos apostado mucho –porque eso sería muy mezquino– sino porque al final crees en eso y eres tú. Esta indagación tiene que ver con que sí me veo siempre en un proyecto que se puede llamar Malafacha, pero no necesariamente me veo siempre en la academia. Creo que se trata de una indagación que ha servido también como válvula de escape.
VH: En los primeros años solamente era Malafacha, estábamos cien por ciento enfocados a eso. Hoy –como comentas– Fran está como director de licenciaturas en Jannette Klein, está tomando sus cursos que vienen de una necesidad personal. Y yo estoy dando clases, actividades que le suman a tu desarrollo, te mantiene también con los jóvenes y, por otro lado, en el aspecto económico entras bajo estos esquemas y puedes caer en una zona de confort al recibir una quincena, estar más estable económicamente y descuidar otros aspectos importantes como puede ser enfocarnos al cien en Malafacha, pero creo que no es malo ni bueno sino que son etapas y nosotros hemos avanzado a nuestro ritmo.
FS: Contra todo pronóstico, tenemos un proyecto sólido. Yo, particularmente, necesito esa diversidad y ese caos en mi vida. Necesito hoy estar en Sapica coordinando un desfile, escribir un artículo que se va a publicar en dos semanas, dar asesorías en clases (me acaban de buscar para ser asesor de tesis). Eso que me obligue a estar siempre atento, todo el tiempo generando nuevas conexiones y creo que esa es la mejor dosis de creatividad que puede tener una persona: el obligadamente tener que estar cambiando y switcheando y eso te va ejercitando el cerebro y provoca ser más creativo.
Hagamos un ejercicio especulativo: si Malafacha no existiera en la escena de la moda nacional, ¿cómo sería esa escena?
VH: Pues existiría algo como Malafacha, porque creo que es una evolución natural del ser humano que va de la mano de la cultura, de la sociedad, con esa parte que va ligada a las tendencias, que tiene que ver con la música, con el cine, con el arte, con todo. También, con la misma evolución tecnológica, la gente ya no se compra tan fácil lo de antes. Obviamente, existiría algo como existe en todo el mundo. Dudo que en Japón sepan qué es Malafacha o en Rusia y ahí tienen sus propuestas que pueden tener características como las nuestras pero que creo que son como el espíritu del tiempo…
FS: No creo que nosotros hayamos sido un botón de cambio. Creo que sí fuimos parte de una generación y nosotros somos los que llevamos ese estandarte de las marcas raritas. Marvin & Quetzal han ido por otro camino, Temores, Te Amo, el mismo Morgana, Mauro Babún, que ya han encontrado su rumbo. No fuimos solamente de nosotros, pero lo que sí no creo es que de no existir nosotros en estos once años, existiría otro Malafacha, porque de momento no lo hay. Y eso es precisamente lo que nos ha hecho estar aparte. Es decir, no hay una categoría.
Me he preguntado eso varias veces y creo que tengo la respuesta: es porque nosotros somos dos personas que llegaron accidentalmente a la moda. Somos creativos que pudimos habernos desarrollado en otras áreas del diseño o en áreas artísticas o lo que sea, pero llegamos a la moda, que es el medio más hostil para lo diferente…
#fleshmagmx #art #fashion #fashionmagazine #artmagazine #arte #moda #fleshmagazine #Malafacha #ManuelMeza #IvanAguirre #JoseLuisLozano #diseñodemoda #fashiondesign #marcamexicana #modanacional #clothingbrand #diseñomexicano #models #fashionphotography #fashionphotographer #fotografiademoda #fashioneditorial #style #editorialdemoda #entrevista