MARIO PLASENCIA: COMO UN AGUJERO NEGRO, COMO LA NADA
Entrevista por Leonardo Ramírez*
A propósito de la creación de la serie “dermis”
¿Cómo te llamas y qué haces?
Me llamo Mario Plasencia. Nací aquí en León Guanajuato, tengo 38 años y soy arquitecto. Me apasiona la pintura, el diseño muebles y de objetos.
¿Por qué estudiaste arquitectura?
Estaba en prepa y dije quiero ser arquitecto y a partir de ahí empecé a dibujar fachadas de casas. Mis papás me preguntaron por qué quería estudiar eso si toda la familia se dedica a otra cosa y dije: yo quiero estudiar arquitectura, quiero ser arquitecto y ya. Es una voz interior, es como el llamado a la iglesia.
¿Entonces tú crees que esas decisiones te han determinado a ser lo que eres?
Sí, claro. Mira, yo antes de los 15 años quería ser veterinario, esa era mi pasión de niño: animales y plantas. Iba a ser agrónomo zootecnista y cuando estaba en la prepa simplemente fue como: ¡Ah, yo quiero ser arquitecto!
Siempre he sido observador, desde chavito me volvía loco haciendo maquetas y en la primaria las mejores maquetas eran las mías. Si me pedían un volcán yo la llevaba con dinosaurios y árboles, le metía fuegos artificiales y decían: ¿Qué onda con la maqueta de Mario?
¿Qué es el espacio para Mario Plasencia?
El espacio para mí es la oportunidad de crear universos chiquitos que pueden ser desde algo de 2×2 a un aeropuerto. Generar un espacio es generar una realidad, entonces tenemos la oportunidad de crear realidades día a día.
Me gustaría saber de qué manera te toca el diseño, porque para ti es importante no solo la arquitectura sino también el diseño…
El diseño es muy importante. Yo diseño esto que va a usar una comunidad y esa comunidad va a vivir mejor, entonces estás siendo responsable socialmente. Y si piensas en cómo va a morir ese objeto generas menos problemas, entonces los diseñadores somos responsables de cómo está el mundo. Existe esa responsabilidad y la otra parte es hacer soñar a la gente. Ese es nuestro trabajo siempre: hacer soñar a las personas.
Para mí el diseño es lograr con cada cosa que realizas la sensación de que te metiste la madriguera de Alicia en el país de las Maravillas porque sacaste de la realidad a la gente y los haces pensar. Cuando haces eso, le imprimes espíritu al objeto y al espacio.
¿Qué es lo que te motiva a diseñar un espacio arquitectónico y qué es lo que te hace decidir qué es lo que va a ir dentro de esos espacios, incluyendo los que tú realizas?
Creo que todos los proyectos arquitectónicos tienen el mismo proceso de síntesis: las necesidades del cliente más el espacio del terreno, cuánto dinero tienen, todas las orientaciones y esas cosas. No tienes tanto lugar a dónde irte.
Entonces, yo siempre creo que tú nada más lo estás regando y solo empieza a crecer. Un remate visual, la manera en cómo entra la luz, una doble altura, una puerta chaparrita. Hay miles de cosas que son factores sorpresa que siempre tienes que dar en la arquitectura y yo lo visualizo. Invariablemente, estás contando una historia (la introducción, el contenido y luego la conclusión): voy a llegar, me voy a bajar del coche, voy a agarrar la chapa, abro la puerta, escucho una fuente donde está cayendo el agua, al fondo voy a ver el jardín a través de una ventana, voy a sentarme aquí a leer el periódico… Son historias que quieres generar con el espacio. No estoy pensando en esto más esto más esto, sino en cómo se mueve la gente.
¿Qué te hace fijarte en determinados objetos para ser recuperados?
Primero: la calidad estética del objeto. Segundo: la mano de obra que costó hacer la pieza y tercero: la calidad del material.
¿Cómo nació “dermis”?
Circunstancias de la vida: estaba trabajando para mi papá en una empresa de suelas de hule y poliuretano y era muy infeliz. Entonces veía el poliuretano y cómo funcionaba la máquina que lo escupía cada minuto y me dí cuenta que la máquina se tiene que limpiar constantemente porque se tapa. Luego vi un bote con residuos con una textura parecida a la que uso para “dermis” y lo primero que digo es:
-¿Oye y esto se queda así?
-Sí. Así es el material.
-¿Pero se queda así para siempre?
-Sí, en serio.
Y dije: ¡No manches, esto está increíble!
Son dos materiales, por eso se llama poliuretano: poliur y etanol. Cuando juntas esos dos líquidos te da las características que ves en “dermis”. Dependiendo de la mezcla es más esponjoso o puede ser tan duro como un plástico. Cuando ví ese material y cómo funcionaba y fluía decidí que quería explorar eso en un material que sea confortable, pues me gustó mucho que era acolchonadito. Fue lo primero que pensé y me imaginé un sillón como si fuera de petróleo.
¿Cómo fue tu experiencia con el primer objeto realizado con ese material?
Una vez que encuentras algo en tu cabeza, va a funcionar el 90% de las veces. Cuando lo vi en la fábrica me convertí en el loquito de “¿Vas a echar a perder el sillón?” Que aparte tiene un proceso difícil, porque tienes un minuto para que fluya el material. Todo el mundo estaba incrédulo y cuando terminamos la gente decía: Yo quiero uno. Y yo: ¿No que no?
Es como si un niño lo estuviera viendo. Es muy genuino ese “me gusta”. No es que se quieran ver intelectuales, es un ”oye, se ve cool”. Hablo de los trabajadores de una fábrica de zapatos que están ganando un salario y que no tenían por qué fingir. Ese es el chiste, que no tiene que haber un manual para que les guste.
¿Y cuál fue la reacción en la cabeza de Mario Plasencia: qué fue lo que ese primer objeto desató?
¿Tú dices de “dermis” o de cualquier otro objeto?
En general de cualquier objeto que diseñaste a partir de esa técnica encontrada.
Pues, no sé. Finalmente desarrollé una técnica que es súper interesante con un material que en teoría no corresponde a un asunto de mobiliario, sino para otro tipo de objetos de uso cotidiano.
Con “dermis” me pasó lo mismo que con los ladrillos: me gustan mucho los ladrillos pero no me gusta el color del ladrillo pequeño. Entonces lo que pensé fue: ¿cómo hago para que se vea de esa forma pero que no sea con pintura? Me acordé de las técnicas de la pintura en las que usas veladuras de óleo y empiezas a aplicar esos mismos principios para generar algo que al parecer no se ha hecho. Y la gente reacciona y funciona. No hay un manual, se trata de estar brincando de un lado a otro y entre más haces, más te provoca experimentar con los materiales.
Cuando generas un objeto tan amorfo, de formas tan caprichosas, sexuales, oscuras y líquidas… a la hora que lo estaba realizando era como estar pensando en espacios, siempre en espacios: piensas ubicarlo en una sala y ver cómo se come a todo lo demás.
Me recordó mucho a la película de El viaje de Chihiro: al dragón y a los sin cara, con esas texturas negras extrañísimas. Me gustaba cuando los objetos estaban en la tienda. Mucha gente preguntaba: ¿Me puedo sentar: no me quedo pegado o me va a manchar? Eso es lo más divertido y creo que la parte más importante es divertirte.
¿Vas a seguir desarrollando piezas con esta técnica o ya cerraste la producción de objetos de esta serie?
Quiero hacer series de 77 piezas. Por ejemplo el chester clásico, unas lámparas… Igual las cabezas. Me gustaría explorar un par de cosas más, pero como objetos de arte, que -eso sí- no será cosa simple. Lo que descubrí también con el material es que funciona no solo para sillones, aunque aplicado a mesas y sillas no son funcionales, pero como piezas escultóricas son muy bonitas.
Los sillones sí funcionan perfecto. Yo tengo esos sillones en mi sala y los puedes limpiar, echarles agua. Lo que quieras. Este tiempo que he usado los sillones he comprobado que no se zafan ni se despegan. No deja de sorprenderme lo fuerte que es, pero no puedes tener cinco muebles de esos en tu casa porque son muy egoístas en el espacio, como un agujero negro.
No sé si te acuerdes de La historia sin fin, donde la nada se va comiendo todo: es algo que se come el espacio y no puedes dejar de verlo. Es muy kinky. Me pasa todo el tiempo cuando estoy en mi casa. No sé si es porque sea negro o porque lo relaciono con algo, o la textura o que sea algo líquido. No lo alcanzo a entender, pero siento que de todos los muebles que tengo, éste te obliga a prestarle atención.
Hay un par de cosas que dices, que me llaman la atención y que están más ligadas al mundo del arte por un asunto de conceptualización. Tal vez de trabajo o también por la lectura del objeto. Los objetos de arte -desde mi punto de vista- siempre tienen más preguntas que respuestas, son objetos que te cuentan cosas pero que te las cuentan por partes y son objetos egoístas, como mencionaste. ¿Dónde crees que esté ubicado este mueble: es diseño, mobiliario o escultura?
Tuve ese conflicto, pero ya no: estudié arquitectura y pintura. Me apasionaba el óleo y empecé a explorar, pero hubo un momento al graduarme de arquitecto que empecé a vivir de vender cuadros. Me encantaba, pero me preguntaba si quería ser arquitecto o pintor. Me rebanaba el cerebro porque tenía que escoger una cosa o la otra.
No recuerdo con quien platiqué que me dijo: puedes ser los dos, no están peleados. Puedes ser pintor, escultor, arquitecto o lo que quieras, pero ahora que me preguntas de esa pieza yo creo que resume muy bien lo que soy. Es una pieza de diseño o una pieza de arte que se desarrolla desde mi punto de vista.
Yo creo que el arte debe de estar en las casas, no en los museos. Es con lo que vives todos los días y cuando cuando generas piezas como esas -que no sabes qué son- que realmente te tocan el alma… eso es lo que pasa con el arte. Si como diseñadores lográramos que todos esos espacios nos hicieran esas preguntas , creceríamos. Cuando te rodeas de eso en tu casa, creces como persona, exploras y das el siguiente paso. Estoy convencido de que primero generamos nuestros espacios y luego es el espacio que nos crea a nosotros: ese sillón es las tres cosas.
Si tu objeto es tan negro, ¿qué sucede con la luz? ¿Cómo podemos percibir la luz y el espacio a partir de ese objeto?
Es el poder que tiene el color. Para empezar, el color negro es de mis favoritos: ¿es el no color o son todos los colores juntos? Yo creo que el negro nos intriga. Todos nuestros temores terminan en el negro, en la oscuridad, pero no me perturba esa parte porque creo que siempre hay un balance. Lo negro no es malo, lo blanco no es bueno.
No solo es el color sino la textura que absorbe la luz o que evita que no voltees a verlo. Es como ver lava, es algo que no debe de ser. Es un sillón todo sucio como de lodo, es una cosa completamente errónea en el sentido de que no debería de existir, pero existe y está increíble. Creo que estamos acostumbrados a que todo tiene que ser bonito -perfecto- y ésto es como descubrir la belleza en una cubeta de lodo.
¿Qué viene para Mario Plasencia?
Desde hace tres años me he enfocado en la carrera de arquitectura. Me absorbe muchísimo y ha dado muchos frutos. Ahorita quiero madurar esos resultados y hacer un poco más de arquitectura experimental. Quiero experimentar con otros objetos como escaleras o joyería. Hace poco hicimos un anillo y quiero explorar otras tres o cuatro piezas en joyería. Me apasiona.
Me gustaría hacer más muebles con madera y nuevos métodos con láser y también le quiero dar a la pintura. Solo por placer para mí, es un alimento que necesito, un momento de meditación para mí.
*Curador y artista visual.
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